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Oswaldo Carpio

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jueves, 21 de junio de 2012

¡Sapere aude! La modernidad

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¡Sapere aude! La modernidad

jueves, 21 de junio de 2012 - 41547 vistas
El Perú es parte de Occidente desde la conquista española que se inicia con la captura de Atahualpa en Cajamarca. Desde ese momento somos parte del mundo occidental. Para los europeos fuimos y somos una suerte de lejano Occidente.
 
A menos de diez años de alcanzar celebrar el Bicentenario de la independencia de España, un gran número de peruanos se sigue preguntando qué fuimos, qué somos, a dónde vamos. Es necesario empezar un debate sobre este tema con el fin de que alcancemos la madurez como país. Es preciso proyectarse al futuro, superando una conducta autodestructiva que mira el pasado con resentimiento, lo que impide que se logre examinar el presente con madurez, serenidad y equilibrio. Aún hoy, un buen grupo de peruanos, rechaza la “democracia occidental” como si en el mundo hubiera existido otra democracia. Los griegos, pese a la crisis actual, buscan afirmarse como el centro-origen de la civilización occidental. Han votado por resolver la crisis dentro de la Unión Europea, porque consideran que, pese a la crisis generada por ellos mismos, por su impostura frente a la propia UE, a su realidad económica y al juego malvado y oportunista de los bancos, ellos son los responsables de su crisis. 
 
El Perú, a menos de dos años del bicentenario de su independencia, sigue atado al pasado, a una mirada basada en el resentimiento, la recriminación, el temor, la violencia y la autodestrucción. Las ideas que subyacen en los conflictos políticos autodestructivos que aprovechan problemas sociales y/o ambientales -que pueden resolverse por métodos civilizados, occidentales, como el diálogo constructivista, en búsqueda de acuerdos razonables- para exacerbarlos, radicalizarlos en pos de una utopía dogmática: una nueva democracia que no existe, no ha existido ni existirá en ningún lugar del mundo, porque la llamada democracia popular, no fue más que una forma como los partidos comunistas marxistas-leninistas o los maoístas, propusieron la dictadura del proletariado en la versión de “la dictadura democrática del proletariado y el campesinado” que no ha sido otra cosa, que la teoría del sometimiento de miles de millones de personas en el mundo, las represiones masivas y el absoluto fracaso económico. China, Rusia y todos los países a los que sometió, no quieren volver a esa realidad. Sin embargo, en el Perú, aún hay quienes buscan que el país ingrese a un mundo que está probado por los hechos- que no produjo liberación alguna. Antes bien, produjo guerras internas, aplastamiento de todas las libertades y dictadura monolítica, omnímoda, de los partidos comunistas en el poder. Esto, que es “pan comido” en otras latitudes, tiene que volver a ser discutido en el Perú, luego de las experiencias del terrorismo de SL, del MRTA y de las asonadas violentas de los neo-comunistas encabezados por Patria Roja que promueve su acción destructiva a otros pequeños grupos radicales. En ese mundo están MOVADEF, el MIR Dignidad (MRTA) y otros pequeños grupos radicales que se esconden tras los “organismos autogenerados” como los Frentes de Defensa.
 
Es necesario plantear el debate sobre lo que es la modernidad con el fin de proyectar al Perú al futuro. Romper con el pasado requiere saber qué somos y qué queremos ser.
 
Es preciso romper con las utopías reaccionarias, que consideran, por ejemplo, el Imperio de los Incas, como “el comunismo incaico” o ideas que embellecen el pasado. Milenarismo, mesianismo, neo-indigenismo, se dan la mano para intentar impedir que el Perú se siga integrando al mundo. La sociedad Inca no fue ni comunismo, ni socialismo incaico ni mucho menos una sociedad democrática. Los Incas fueron reyes, déspotas como todos los monarcas, conquistadores que sometieron a través de la guerra a otras naciones, etnias y pueblos que se aliaron a los españoles para intentar liberarse del dominio Inca. Huáscar y Atahualpa estaban en guerra porque, obviamente, no existía democracia, deliberación, acuerdos razonables. Lo que primaba la fuerza  y el que ganaba la guerra de sucesión que promovían las panacas, se hacía del poder. Eso fue aprovechado por los conquistadores españoles para acentuar la división, avanzar en sus alianzas y consolidar la conquista pese a la resistencia de más de tres décadas de los Incas de Vilcabamba. Es preciso superar no sólo el trauma de la conquista, la idea del oro que se llevaron los españoles –todos los conquistadores en el mundo saquearon, repartieron botines, abusaron de su poder militar y político- sino la utopía reaccionaria de una vuelta al pasado, que fue grande, dejó huella, fue una de las grandes civilizaciones de la humanidad, pero es parte del pasado. El aporte de las civilizaciones Incas y pre-Incas fue, también, importante. Pero, no idealicemos porque nos quedamos anclados en el pasado.
 
España trajo el cristianismo, el renacimiento –ciencia, filosofía, técnica, astronomía, medicina, arquitectura e ingeniería, literatura, narración, arte, técnicas militares, agricultura, etc.- pero también trajo la inquisición que fue la cima del totalitarismo católico con su intolerancia y la violación de los derechos humanos. Pero el cristianismo, aportó, también, la conciencia, la idea de la libertad, el libre albedrío, el uso del pensamiento, la evaluación de los actos, la búsqueda del perdón y la idea de los derechos de las personas. Soñar con el pasado, declararse hispanista, mirar a Occidente sin entender sus enormes y grandes vacíos y sus extraordinarios aportes, es encontrarse en la niñez.
 
Las revoluciones, los grandes cambios, la revolución en la filosofía, en la ciencia, la creación de las universidades por la propia iglesia, la eclosión del mundo con el renacimiento primero, y, después, con la revolución científica y técnica, la industrialización, la conquista de de la democracia, la libertad, los derechos ciudadanos, es el gran aporte de Occidente al mundo. Es cierto, que Occidente, en el siglo pasado, produjo las guerras más atroces, los proyectos humanos más destructivos, pero ha logrado superarlos a través del ejercicio de la crítica, de la razón, de la crítica a la moral. Occidente es, también, la economía de mercado, el comercio, la producción y una relación de subyugación de la naturaleza con graves consecuencias. Pero es, también, en Occidente que se inicia la crítica al racionalismo, al positivismo y a esa relación destructiva de la naturaleza y del hombre.
 
Oriente ha aportado grandes pensamientos al mundo: budismo, taoísmo, confucianismo, que, sin embargo, nos han impactado poco. Los países asiáticos más exitosos, según los estudiosos, basan su desarrollo en la moral creada por Confucio (Kon Fu Tsi, Maestro Kon) en la que el deber –como el imperativo categórico de Kant- está en el origen de la conducta responsable de las personas consigo mismo, con los demás  y con la naturaleza. Kant, uno de los creadores de la modernidad occidental, es la base esencial, como Hume, Hobbes y Locke del desarrollo de Occidente.
 
La modernidad es la ruptura con la sociedad de la naturaleza, con los poderes fácticos, con las ideologías del sometimiento, con la heteronomía. La modernidad es la emancipación, la independencia, la autonomía, la capacidad de las personas para actuar haciendo uso de su libertad, con valores y con la voluntad para trasformar el mundo. La modernidad es alcanzar la mayoría de edad, es atreverse a pensar, a usar la capacidad instalada en nuestro cerebro y en nuestro cuerpo, para transformar la sociedad y el mundo.  Eso implica, abrazar la ciencia, técnica, experimentación científica, producción, educación permanente; elaboración de leyes que se cumplan, grandes acuerdos políticos, el respeto a los otros, poner por encima del interés individual el de la nación.  La modernidad implica ciudadanos, sujetos morales, que actúan con conciencia, que cumplen las leyes y que velan por el interés de la sociedad en un mundo libre. Sin tiranos, sin reyes, sin “grandes hermanos”, sin dictadores ni dictadorzuelos.
 
¿El Perú puede avanzar a la modernidad? Sí. La primera conquista es la de la mente. Es preciso crear una menta creativa, no dogmática, no escolástica, una mente abierta a las cosas del mundo y  que rompa con el pensamiento dicotómico: (bueno/malo; burgueses/proletarios; cielo/infierno; indigenistas/hispanistas; Vallejo/Neruda; etc., como Conga no va/Conga sí va; anti mineros-buenos/pro mineros-malos; trabajadores buenos/burgueses malos, etc.). Este pensamiento dogmático, dicotómico, ajeno a la ciencia, a la experimentación, a los hechos, al raciocinio, la deliberación, la razonabilidad nos aleja de la modernidad, nos divide, nos enfrenta, nos lanza hacia el conflicto. Nos esclaviza.
 
La sociedad peruana, frente a las dicotomías excluyentes y malsanas, opta diariamente por la tolerancia, la integración, la fusión. Eso se percibe en la gastronomía, la música, el teatro, el cine, las artes plásticas, la artesanía que no le hace ascos a nada, que fusiona, integra, suma en una actitud constructivista, en la que no existe el pensamiento único, ni el líder único ni el gran hermano. Como afirmaba Kant, la modernidad es atreverse a pensar, atreverse a ser, atreverse a actuar. ¡Sapere aude! (¡Atrévete a pensar!, ¡Atrévete a saber!).
 
La modernidad, en el Perú de hoy, crece con los emprendedores que se atreven a basarse en sus capacidades, se atreven a pensar, a saber, conocer y actuar en el mercado como hombres libres. Ese es el camino de la modernidad: libertad, democracia, valores, emprendimiento, ciencia, razón, experimentación. Fracasar y volver a empezar hasta el infinito.

 

Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com

 

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