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domingo, 1 de julio de 2012

Comunicación política (IV): Gobernar es comunicar

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Comunicación política (IV): Gobernar es comunicar

domingo, 1 de julio de 2012 - 41658 vistas
Los políticos al llegar al poder ingresan, por circunstancias que deben ser investigadas por la ciencia política, a silencios profundos, tendencia a ocultarse, parálisis política, falta de iniciativa, pérdida del foco de atención –dispersión-- entre otras conductas, fruto de profundo miedo, ansiedad que genera, en algunos momentos, una tendencia a evadir, abandonar la responsabilidad. La parálisis del gobernante no es un problema nacional. Es un fenómeno que ocurre en todos los gobiernos en el mundo.  La constatación de haber llegado al poder es un shock que requiere pronta atención de parte del equipo gobernante o de los asesores.
 
Estar en el poder, como se sabe, no es lo mismo que estar en campaña electoral, cuando se exageran los problemas, se ofrece toda clase de soluciones, se abusa de las metáforas, se afirma que se tomarán las medidas desde el primer momento y que empezará una época de cambio, una nueva era. Se ha abusado de las metáforas, “una cosa es con guitarra y otra con cajón”, “una cosa es ver a los toreros y otra es torear” para describir la circunstancia en la que el político tiene que empezar a tomar decisiones. Estar en la soledad del poder requiere carácter. Hombre probo y sabio es el que puede estar solo, sin que nadie lo observe y, en esa circunstancia, actúa con la misma prudencia, carácter y virtudes de siempre. Por ello es que un buen gobernante es el que tiene valores y que es capaz de elevarse por sus inclinaciones. Salir de la parálisis, del miedo escénico, del temor a cometer errores es una etapa que puede, a veces, prolongarse, generando respuestas entre los ciudadanos, los creadores de opinión pública y la oposición. El otro extremo es el del hiperactivismo que lleva a que el gobernante sube y baje de aviones, tanques, tractores, ómnibus, trenes, corra de un lado a otro, sin entender que la tarea del gobierno no son una suma de carreras cortas de velocidad sino una maratón que requiere dosificación, planeamiento y una preparación. Esta maratón implica una serie de puestas en escena, pues la acción política del gobernante implica una presencia en diversos escenarios pero planeados, previstos, planificados como se planifica una escena en las artes teatrales o cinematográficas en las que todos los detalles cuentan.
 
Gobernar no es fácil. Es una de las tareas más difíciles. Si no, que lo diga Alejandro Toledo que creyó, en las primeras horas en Palacio de Gobierno, que “gobernar es fácil”, cayendo, en los meses siguientes en un profundo tobogán que lo condujo a 4 por ciento de aprobación. Luego, Toledo fue levantando su aprobación hasta terminar con una aprobación superior al 40 %. Igual le sucedió a Susana Villarán el primer año en el Gobierno Municipal. Ella continuó con su estilo de campaña, luego lo cambió pero siguió actuando en el estilo ideologizado de la izquierda y de la campaña electoral. “No sembraremos cemento”, “no haremos campañas con las obras”, etc., y se dedicó a la discusión política con Alan García, Juan Luis Cipriani y otros personajes políticos. Obras: cero. Movilizaciones, por doquier. Aprobación: caída acelerada hasta el final del año 2011, en que empezó a entender que gobernar es comunicar lo que el Gobierno construye porque se llega a Gobernar y a comunicar lo que se hace.  Alberto Andrade en Lima, en su primer gobierno municipal se dedicó a preparar lo que iba a hacer en un silencio que se prolongaba demasiado. Su equipo asesor lo presionó para que empezara a “cambiar Lima” con un plan concreto hasta que tomó la decisión, rompió la parálisis y ya no se detuvo.
 
Aún cuando parezca un contrasentido, lo que articula la Agenda Política del Gobierno es la selección de aquello que se va a comunicar porque eso que se debe comunicar es lo que la gente quiere percibir, escuchar que va unido por una trama invisible a los temas estratégicos. Existe un hilo conductor invisible que une todo como en  las buenas novelas. Esa es la responsabilidad del estratega del gobierno que gana las batallas primero en la mente y luego en los escenarios reales.
 
El Gobernante tiene una Agenda Política que se materializa en una Agenda de Comunicación, que es aquella que une las convicciones del Gobierno con lo que el ciudadano en su percepción de las cosas desea, aspira, sueña que haga el Gobierno. La Agenda Política cuenta con una estrategia que condiciona la  estrategia de comunicación pero no la determina mecánicamente. Por ello es que la Agenda Política y la Agenda de Comunicación van unidas. La unión, la simbiosis, el engarce se produce cuando las propuestas estratégicas se superponen, se unen, se imbrican, se entrelazan. Se trata de unir  aquello que la gente sueña con lo que la gente quiere que se resuelva en forma inmediata. La gente demanda soluciones, acciones. Tiene expectativas y hace juicios, siente, opina. Ese es una de las artes de la comunicación unir el sueño de la gente con su realidad inmediata.
 
La Agenda Política define la Agenda de Comunicación pero no de manera mecánica, como causa-efecto, porque la realidad siempre tiene primacía. Es por ello que se requiere de un Equipo de Análisis Estratégico que examina los temas actuales estableciendo aquello que vendrá, que empieza a aparecer en el horizonte político o que es preciso evitar que aparezca. El mejor estratega, como se sabe, no es el que gana la guerra una vez que se ha desatado. El mejor estratega es el que evita que se produzca la guerra porque todas las guerras traen profunda destrucción y sufrimiento. Igual es en política. El Equipo de Gobierno, tiene que actuar con rapidez, desde el primer día de gobierno, a fin de colocar los temas de la Agenda Política Gubernamental de tal forma de llevar siempre la iniciativa.
 
Ollanta Humala, lo hizo al comienzo de su Gobierno con el apoyo de su esposa, pero con el paso de los meses, ella tuvo la virtud y el defecto a la vez, de tomar la iniciativa, desplazando al presidente con lo cual evitaba la incomunicación, pero creaba un desbalance con la imagen del presidente. Gobernar no es lanzar Twitts (silbidos), mensajes breves que pueden resolver un problema inmediato. El Twitt es una técnica que se puede usar en determinado momento pero que no sustituye un Discurso Político. El Discurso Político no es la suma de Twitts y tampoco no es el mensaje político. El Twitt dice algo pero no fundamenta algo. En política hay que fundamentar, razonar, persuadir, seducir. El Gobernante, tiene que entender que el mensaje político tiene que seducir al elector. Por ello la comunicación como la política es ciencia, pasión y arte.
 
El Discurso Político de Ollanta Humala fue cambiado desde la campaña electoral en un proceso de adaptación a la realidad. En política no se puede decir, como en algún momento afirmó León Trostky cuando uno de sus partidarios le llamó la atención sobre una decisión que chocaba con la realidad. Afirman que Trostky sentenció: “tanto peor para la realidad”. Por eso, tal vez, el trostkismo en el mundo, nunca pudo aterrizar, pues tuvo una lejanía de la realidad. La realidad, expresada en la percepción de los ciudadanos, en la forma como ven, entienden y sobre todo, sienten la realidad, es fundamental para el buen gobierno. Entender esa primacía de la realidad sin caer en el empirismo, el espontaneísmo y el populismo demagógico es un asunto estratégico o de primer orden, porque tendrá consecuencias inmediatas en el Gobierno, y en algo que lleva a la parálisis a los gobernantes: las encuestas, especialmente la pregunta sobre aprobación/desaprobación.
 
Gobernar es comunicar porque obliga al Gobernante a aterrizar las propuestas en la realidad. Implica que el gobernante y su equipo comprendan que todo lo que suceda en las más altas esferas es percibido, apreciado, valorado, juzgado por el elector. Los políticos, especialmente los que gobiernan, tienen que entender que son actores en un escenario cambiante, en el que el público, el peruano especialmente, es voluble, inconstante, antojadizo. El ciudadano, como todo ser, primero percibe y luego escucha. Primero está la imagen, luego la palabra. Son instantes en los que el personaje en el escenario adecuado, con el vestuario, los gestos, la mirada, la expresión corporal y la actitud van mostrado su capacidad, compromiso, carácter, sencillez, sensibilidad, valentía para encarar los asuntos del país. El ciudadano percibe y escucha. El ciudadano es un perceptor como es todo proceso de comunicación, en el más grande escenario que es el del gobierno.
 
Si el gobierno no comunica otro comunica por él, y ese otro u otros, son los personajes de la oposición que van poniendo la Agenda. Por ello, lo primero en la comunicación desde el Gobierno es luchar con inteligencia, creatividad --en eso consiste el arte de la política-- por colocar la Agenda, por poner los temas que le interesan al gobierno. Al no logarlo, el gobernante se dispersa, el presidente habla de todos los temas y los ministros, también. Esto impide que la gente entienda qué  quiere el gobierno porque el mensaje es disperso.
 
Focalizar el mensaje, hacer que el mensaje no se disperse y que sea una flecha que da en el blanco, es una tarea estratégica. La comunicación implica que el personaje adecuado actúa en el escenario adecuado, en el momento adecuado, con el mensaje adecuado. Si esto no se cumple, los resultados son adversos y pueden llegar a ser desastrosos. El mensaje, tiene que repetirse porque el mensaje busca un cambio en el ciudadano. Si el mensaje no se repite de manera creativa e incansable, la gente no entiende qué hace el gobierno, qué quiere y hacia dónde va el país. Repetir el mensaje requiere publicidad. No se trata de considerarlo  un gasto.  Es una inversión. La publicidad es una inversión estratégica para el país, porque permite que la gente se entere de las cosas y que tenga confianza sobre el rumbo… y la confianza es un bien invalorable.  Una aparición en televisión, aún cuando se realice en cadena nacional, no sustituye la publicidad que posee una carga emocional y racional, simultáneamente.
 
El gobernante tiene que argumentar, explicar a los ciudadanos. Por ejemplo, hay algo en común entre Alan García y Ollanta Humala: no explicaron al asumir el Gobierno por qué cambiaron sus propuestas de campaña al llegar al poder. Alan García dijo no a los TLC, no a la renta básica de Telefónica del Perú, no a los services, etc. Ollanta dijo primero el agua o entre la mina y el agua, escogemos el agua. Pero no ha explicado, no ha fundamentado, no le ha dicho a la gente por  qué cambió. Eso conduce a la gente a conjeturas que van desde la “traición”, “se vendió a las transnacionales”, “todos los políticos son iguales”, es “mentiroso” hasta que ha sido “capturado” por los grupos poderosos.  No se puede subvalorar a los ciudadanos y se tiene que explicar el porqué  de los cambios.
 
El gobernante, el equipo de asesores y los ministros tienen que actuar, como en una obra de teatro o como en una película de ficción, con un libreto a un guión. Cada personaje tiene un papel, un rol que cumplir en el que el Presidente no puede ceder el papel de personaje principal de la trama que le toca vivir. Los dramaturgos griegos, Shakespeare y algunos políticos agudos han comparado la política con un “drama pasional” por los momentos intensos, los nudos, las crisis, los “plots” que se suceden en el gobierno. Se trata de entender que la gente espera que el personaje principal que debe ser el protagonista, el “bueno” en la película, marque la pauta, demuestre que es un actor de carácter, que es el protagonista principal, que la esposa le ayuda pero que no lo sustituye, lo desplaza o lo opaca, porque entonces la lectura es diferente. En el caso de Ollanta Humala, Nadine Heredia, que ama a su esposo y al país, tiene que asumir que su papel es apoyar y no sustituir ni protagonizar en los escenarios oficiales nacionales e internacionales. Los peruanos no han elegido a una pareja para el Gobierno. Han elegido a un Presidente. La gente lo entiende pero cuando un personaje se sale del guión el público deja de aplaudir y toda la obra empieza a ser rechazada. La gente se acomoda en sus asientos y comienza una suerte de “nalgueo”, que implica incomodidad, duda, fastidio que puede llegar, ¡cuidado!, hasta la desaprobación y el rechazo.
 
Gobernar es comunicar pero es un arte, como tal, implica sutileza, delicadeza, extremo criterio y enorme cuidado. El peruano es un público generoso que se identifica cuando los personajes actúan bien, aplaude los  errores cuando percibe el esfuerzo pero del actor, pero castiga la soberbia, la contumacia y el desdén al que percibe como falta de respeto. Cuidado, la soberbia es la madre de todos los errores… y, en política, especialmente en la tarea del gobierno, los errores se pagan.

 

Escrito por: Oswaldo Carpio para SanJuandeLurigancho.com

 

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