Descentralización, regionalización y referéndum. ¿Alguien puede festejar los autogoles? Parece que si.

La descentralización es la más importante reforma del Estado. La fundación de la república, acentuó la tendencia centralista dominante durante los casi tres siglos de dominio colonial. El Perú, no olvidemos, fue el centro del poder virreinal en América de Sur. Por ende, la cultura política que nos ha dominado durante casi cinco siglos ha sido la del centralismo y la concentración del poder. El estado virreinal y el de la república, han sido centralistas, burocráticos, mercantilistas, ineficientes y corruptos. Ese Estado no ha estado al servicio ni de los ciudadanos ni de los pueblos. Ha sido un freno para el progreso de nuestro país. Aclaremos. Descentralizar no es delegar. Descentralizar es transferir poder desde el poder central o arrebatárselo desde las regiones y localidades, cuando el Estado centralista y las fuerzas políticas y burocráticas se resisten al cambio. Delegar poder es desconcentrar pero no es descentralizar. Descentralizar es dar poder autónomo, independiente, libre, dentro de la ley. Vencer al Estado centralista -la burocracia nacional, regional y local, y a la partidocracia que calcula y aprovecha cada decisión en función de sus intereses inmediatos- requiere de una fuerte voluntad política y a los pueblos y sus líderes, movilizándose para transformar el Estado. Se trata de un cambio y no de una simple reforma administrativa. En el último referéndum, esta voluntad no ha existido, ni de parte del Gobierno Nacional ni de los Gobiernos Regionales y locales, y tampoco de los partidos. En la sociedad política –con la excepción de Yehude Simona- ha habido simple cálculo electorero. La sociedad civil no ha tenido fuerza y, por tanto, no sido ganada a una propuesta de cambio. De otro lado, los partidos descartables creados durante los años 90 para sostener a la dictadura mafiosa se han reagrupado con un mensaje que refuerza el caudillismo y el hipercentralismo que practicaron durante la década de oprobio. Las condiciones para la regionalización no han sido las mejores. La improvisación del gobierno y el insignificante liderazgo del Ejecutivo han sido el mejor aliado para que gane el no. Este resultado no es el triunfo de la democracia ni un avance para el país. El no es un autogol que se han hecho los pueblos del Perú, como consecuencia de liderazgos que siguen empantanando al país, pues se justifican en función de intereses electorales inmediatos y no de una visión estratégica de desarrollo para el país. Descentralizar es reformar. Pero, ¿qué sucede si lejos de entenderse la descentralización como una reforma y modernización, se entiende, simplemente, como una manera de acumular fuerzas partidarias con la meta inmediata de manejar recursos en beneficio de la burocracia partidaria local y regional? La “descentralización” se convierte en una acción burocrática -ajena a los ciudadanos- pues, concientemente se les deja de lado, ya que no existe transparencia ni en la acción del gobierno central ni en los regionales ni locales. El referéndum ha sido un acto sin espíritu. Descentralizar –la regionalización es parte de la descentralización- , requiere una fuerte voluntad política que hoy no se encuentra en ningún partido. Aquellos que se han pronunciado por el NO, creen que han cosechado algo a su favor. Falso. Fieles al juego de la correlación de fuerzas inmediata y a las contracampañas en las que se incita el temor y el rencor, jugaron con la desinformación y el rechazo a un gobierno que torpemente promovió el sí. De esta forma, encontraron terreno fértil para su opción equivocada. Jugaron a un no plebiscitario al que el presidente le facilitó las cosas. Los partidos “descentralistas” que promovieron el sí, o no controlan a sus dirigentes nacionales o regionales o ya aprendieron a jugar con la escopeta de dos cañones, pues mientras balbuceaban un apoyo al sí, sus bases en el sur y en el centro del país, se oponían y realizaban campañas por el NO. ¿Partidos o partidos por la mitad?0 El único presidente regional -Yehude Simona- que fue transparente en su convicción por el sí, no tuvo el eco necesario ni en su región ni en el país. El pueblo se ha pronunciado claramente por el no, víctima de la desinformación y el rechazo a un gobierno que se mantiene en el poder porque existe un pacto implícito entre los peruanos para mantener el régimen democrático. Pero el país ha salido perdiendo. El nuevo Gobierno democrático y el nuevo Congreso de la República deberán liderar la descentralización con la clara convicción que se trata de la más importante reforma del Estado y que, por ende, se precisa de una firme voluntad política descentralizadora, que convoque la participación activa de los ciudadanos. Se requiere información y cambios legislativos que permitan generar reales expectativas en los ciudadanos y sus representantes. La reforma del Estado es clave en desarrollo estratégico del país. El nuevo autogol nos sigue alejando de la senda del progreso por la que ya transitan otros países de América Latina, que han dado pasos en la creación de las regiones y se acercan, cada vez más, al grupo de países que encabezan el desarrollo humano y el crecimiento económico. ¿Alguien, estúpidamente, puede festejar cuando la selección peruana hace un autogol? Sí hay partido que han festejado. Es evidente que la fábula de la rana y el escorpión, sigue vigente. Está en el ADN de algunos partidos, destruir y festejar la autodestrucción como un éxito. Por ello es que el 92 por ciento de los peruanos rechazan a los partidos. Una firme voluntad descentralizadora requiere auténticos partidos democráticos y líderes de verdad.

 

 

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