Luciana León, ex congresista del APRA, ha sido expulsada de su partido luego que se revelaran sus graves vinculaciones con la organización criminal Los Intocables Ediles. El caso de Luciana León desnuda una situación bastante particular en la política peruana: la corrupción como herencia. Es decir, los hijos de políticos y ex funcionarios públicos (“élite política”) inmersos en escándalos de corrupción, que habrían “aprendido” las malas artes de los padres.
“El corrupto se forma gracias a conductas aprendidas o vistas desde muy pequeños en casa, las cuales son reforzadas por la falta de control de los padres”, señala el psiquiatra Guillermo Ladd del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado - Hideyo Noguchi. En ese sentido, por ejemplo, la joven política Luciana León, una vez elegida congresista, habría aprovechado su cargo público para realizar gestiones a favor de la Municipalidad de La Victoria, cuando la comuna era gobernada por Elías Cuba. Cuba, hoy preso por presuntamente liderar a Los Intocables Ediles, fue detenido junto a su hijo Eliseo Cuba, quien también formaría parte de dicha organización criminal. Recordemos que Luciana es hija de Rómulo León, ex ministro aprista, condenado por corrupción por el escándalo de los “Petroaudios”.
Keiko Fujimori es, quizás, el caso más emblemático de cómo la corrupción se hereda. Keiko, como heredera política del clan Fujimori, cumple prisión preventiva acusada de liderar una organización que “pitufeó” aportes ilegales a través del partido Fuerza Popular. Su hermano Kenji, otrora segundo heredero de los Fujimori, también se encuentra problemas con la justicia por el caso “Mamanivideos”, donde habría cometido el delito tráfico de influencias. Asimismo, tenemos otros casos como el de José Antonio Nava Mendiola, hijo del ex secretario de Alan García, Luis Nava Guibert, quien habría participado de los pagos ilícitos que hizo Odebrecht a su padre, hoy recluido en prisión. En una situación similar se encontraría Samir Atala Nemi, hijo de Miguel Atala, ex hombre de confianza de Alan García.
Los políticos corruptos y, por extensión, sus hijos habrían revivido el viejo concepto de patrimonialismo que brilló a inicios del siglo XX en el Perú. La dominación patrimonial se caracterizó por la privatización del poder estatal por las élites y los funcionarios públicos, estableciendo relaciones de poder clientelistas con los gobernados. Hoy estaríamos ante un “neo patrimonialismo”, una forma de colonización del Estado por intereses privados traducidos en graves hechos de corrupción, logrando incluso una conexión peligrosa con la criminalidad organizada. Por el bien de nuestro país, estas organizaciones mafiosas deben ser desbaratadas caiga quien caiga.