Hace unos pocos días toda Latinoamérica vió asombrada a una multitud de venezolanos que invadieron literalmente los centros de abastos colombianos, gracias a que por fin se abrieron las fronteras que fueron cerradas el 19 de agosto del 2015 por orden del presidente venezolano, Nicolás Maduro, como parte de una campaña contra el contrabando y supuestos paramilitares. Todo ello en vista de la imposibilidad de comprar los productos de primera necesidad para las familias venezolanas, sea por su precio exorbitante o sea por su escasez (el caso de la falta de papel higiénico es emblemático). Esto sólo es un simple reflejo de la real y nefasta crisis económica, social y política que se azota en nuestro hermano país de Venezuela.
Lo que muchos de nosotros nos preguntamos, es cómo ha sido posible que a pesar de sus increíbles ingresos por la venta del petróleo, Venezuela haya caído en tal nivel de desempleo e inflación. Sus ya famosos programas sociales que causaban en un primer momento del gobierno de Chávez Frías -allá por el 2002 y 2003- tanto asombro y admiración, ¿ahora son sólo una sombra de lo que fueron?. Para hallar una repuesta es necesario exponer que tanto bien y tanto mal hace el régimen socialista que impera en Venezuela.
Lo que implementó el régimen socialista de Hugo Chávez en realidad fueron soluciones sesgadas, vacías de respuesta e improvisadas, a través de las conocidas Misiones Sociales, las que de paso, desatendían los déficits estructurales de las instituciones previamente existentes. Las Misiones, son los programas sociales extraordinarios tal como se conocen en Venezuela, iniciados con el primer gobierno de Hugo Chávez quien los implementa como una respuesta inmediata de su política socialista, clientelista y demagógica, siendo una respuesta práctica y cortoplacista a la precariedad de las instituciones públicas burocráticas existentes de anteriores gobiernos. Estos programas se propusieron masificar –en un plazo breve- diversas medidas de atención, hacia los sectores populares y en pobreza, en materias prioritarias como la alimentaria, la educativa, y la de salud. Sin embargo no cumplieron con los objetivos de elevar la eficiencia en la ejecución del gasto social (el cual fue y es muy considerable) ni con la mejora de su cobertura. Lo que se ha venido observando en general, es la concentración de las decisiones y de recursos del gobierno central, que ha generado el debilitamiento y/o duplicidad de los programas sociales. Todo ello conlleva incluso a definir a estas Misiones Sociales como mecanismos de control político y social, incluso arbitrarios, donde el abuso de poder y los desvíos de recursos públicos son el pan de cada día.
Es así que, a pesar de que el gobierno venezolano haya incrementado el gasto social con medidas para hacer llegar los servicios sociales a los sectores de menos recursos -a través de la expansión de sus niveles de intervención en la economía venezolana- las condiciones de bienestar de la población han decaído en forma vertiginosa y los datos disponibles indican mayores déficits que en décadas pasadas, tal cual vemos hoy en día.
La crisis venezolana como podemos apreciar, lleva varias aristas concatenadas entre sí. La concentración del poder público; sin ningún tipo de diálogo ni reconocimiento con las fuerzas opositoras, sin la capacidad de generar consensos con los diversos tipos de actores sociales, económicos y políticos, todo lo contrario coaptando a las organizaciones sociales para así poder obtener legitimidad en sus decisiones centralizadas en el poder ejecutivo; conlleva a la desnaturalización de un estado democrático y con un estado de derecho, libre de presiones y necesario de controles. Una Venezuela libre y democrática, que es lo que aspiramos como hermanos latinoamericanos.