SanJuandeLurigancho.com > Columnistas > Sarita Sanchez

Nos encontramos en un momento decisivo para el país, dependerá de la capacidad de manejo político de Kucznyski y su equipo para poder capear el temporal que se avecina. En un contexto de incertidumbre política, donde estamos ad portas de confirmar si el candidato Kucznyski ganó o no las elecciones presidenciales –poco a poco las cifras de la ONPE indican que así será- el mapa político nunca estuvo tan claro: el país partido a la mitad; una izquierda opositora con sed de posicionamiento al 2021; una ciudadanía activa, entre progresista y reaccionaria; un fraccionamiento atroz del sistema de partidos; y una agenda de promesas urgentes de atender a la población. No sólo eso, el voto mayoritariamente fujimorista que se muestra en el norte del país reclama no una plataforma política, sino más bien la mano dura, y quizá autoritaria para hacer frente a una inseguridad ciudadana cada vez más sangrienta y continua; de igual manera en el sur del país, cuna del voto contestatario, donde es fuerte la llamada de atención al Estado por su falta de presencia, así como el apoyo tardío de Verónica Mendoza, que ayudo a definir el voto mayoritario por PPK.

De confirmarse al 100% que Kucznyski será el nuevo presidente del Perú, deberá armar nuevamente una estrategia política, pero esta vez enfocada en la búsqueda de la gobernabilidad y estabilidad económica del país. El primer año será todo un reto y marcará la pauta del resto del gobierno. Coincido con muchos en cuanto a la necesidad de concertación con todas las fuerzas políticas, sin embargo es necesario de que este esfuerzo no redunde sólo en gestos políticos, sino concretamente en la suma de cuadros técnicos -con vasta experiencia en gestión pública- pertenecientes o afines a estas organizaciones políticas en la nueva gestión de gobierno a conformarse en los próximos días. Se necesitará también que dicha suma de actores, obedezca a cierta plataforma común, con metas concretas a un año de gestión, considero que sólo así se brindaría cierta estabilidad política, pues este tipo de consensos no obedecerían ya a intereses coyunturales, sino a objetivos medibles y visibles a toda la opinión pública; recordemos que los medios de comunicación estarán atentos a cualquier traspié del nuevo gobierno, y sin un control adecuado, cualquier impasse puede degenerar y maximizarse. En un gobierno débil políticamente hablando, sin el respaldo del congreso, es muy posible que el ruido político supere los esfuerzos sino se cuenta con aliados estratégicos importantes, los cuales no necesariamente deberían ser defensores del gobierno, sino de una agenda pública que atienda las necesidades más urgentes de la población. El fujimorismo como tal, consciente de que es la segunda fuerza política, en esta primera etapa del gobierno debería asumir ser un actor político que contribuya a esa estabilidad que tanto necesita el país, pues si aspira a ser gobierno el 2021, deberá demostrar su compromiso y capacidad de gobierno a través de la gestión de sus congresistas llevando adelante proyectos y reformas fundamentales –como la electoral- para los próximos cinco años.

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17/06/2016 Cuestión de ley